Hoy entrevistamos a Julia Boyd
Hoy compartimos con vosotros la entrevista realizada a Julia Boyd, autora del libro «Viajeros en el Tercer Reich«, editado por Atico de los Libros. Se trata de un exhaustivo trabajo de investigación que recupera los relatos realizados por aquellos turistas que escogieron como destino vacacional la Alemania de 1930-1939. Sus protagonistas, en ocasiones personajes tan conocidos como Charles Lindberg, Virginia Wolf o Samuel Beckett, nos acercan sus impresiones junto a viajeros anónimos embarcados también en la aventura de conocer un país al borde del abismo.
Julia Boyd es autora de diversos libros de no ficción, entre los que destaca Viajeros en el Tercer Reich, ganador del premio de historia del LA Times y libro del año según el Spectator. Boyd es actualmente miembro del consejo de administración del Wigmore Hall y ha sido miembro de los consejos de la asociación sin ánimo de lucro English-Speaking Union y de la Fundación en Memoria de Winston Churchill. Está casada con Sir John Boyd, que fue embajador británico en Japón. Tras diez años en Cambridge (donde su marido fue director del Churchill College), en la actualidad reside en Londres.
Julia Boyd durante la entrevista
Un famoso escritor español llamado Miguel de Unamuno acuñó el término intrahistoria para referirse a las pequeñas historias dentro de la historia. Es decir, vivencias personales que quedan al margen de la historia oficial pero sin las cuales no se puede entender la misma. En este sentido, ¿podemos considerar que su libro se mantiene esta línea?
Si, totalmente de acuerdo. Las historias personales recogidas en su interior se asemejan a las pequeñas piezas de un puzzle que una vez completo nos muestra una imagen general de la historia. Lo cierto es que existen muchos libros interesantes, escritos por académicos, que son lectura obligada para entender el conflicto y que recogen un material que debemos tener en cuenta, pero dentro de la historia también tienen cabida otros testimonios que debemos recopilar para evitar que caigan en el olvido.
¿Cuál fue el motivo que le impulsó a narrar el auge y la caída del nazismo desde esta perspectiva? ¿De dónde surgió la idea?
No es la primera vez que utilizo cartas, diarios o documentos inéditos en mis trabajos, aunque debo reconocer que nunca tuve la intención de escribir un libro como este. La idea partió de una propuesta de mi agente literario. En ese momento pensé en rechazarlo porque no sabia nada sobre el universo nazi. Además, hay que tener en cuenta que últimamente se ha escrito mucho sobre esta temática, lo que me generó dudas acerca de las novedades que podía aportar. Pero enseguida me puse a indagar en los archivos con la intención de sacar a la luz todas estas historias ocultas para dar voz a sus protagonistas.
¿Podría explicar a nuestros lectores cómo fue el proceso de documentación?
Fue un proceso que duró cuatro años debido a mis ocupaciones. Un trabajo duro, ya que muchas veces solo tenía un nombre. A partir de este dato, rastreaba por internet hasta llegar a los archivos (como por ejemplo los de la Universidad de Dakota del Sur) que contenían la información. Con el tiempo, esta búsqueda me hizo desarrollar un sexto sentido que me mostraba el camino correcto, algo parecido a lo que le sucede al zahorí mientras busca agua. También rebusqué durante muchas horas entre cajas de cartón repletas de documentos hasta conseguir lo que buscaba.
De todas las historias recogidas en el libro, ¿alguna salió a su encuentro?
Te puedo explicar una en concreto. Buscaba documentación sobre un neozelandés que estuvo en Alemania durante la década de 1930. Fue un poco desesperante porque no hallaba nada, hasta que un día entré en una librería situada en Cumbria, Inglaterra. Le pregunté al dueño si tenia algún libro sobre viajeros en la Alemania nazi, y me contestó que era curioso que le preguntase eso porque su padre había estado allí por aquellas fechas. Cuando le pregunté el nombre de su padre, me quedé de piedra al saber que era el neozelandés que estaba buscando. Fue golpe de suerte que me permitió acceder a sus cartas y documentos para continuar con mi investigación. Mi madre también estuvo en Alemania en 1936. Por aquel entonces ella tenia 17 años y permaneció unos meses en el país. Durante ese tiempo, recogió sus impresiones en unos diarios cuyo hallazgo fue maravilloso. Cuando encuentras lo que buscas, lo sabes, y es entonces cuando te invade una sensación muy especial. ¡Eureka! (risas)
Portada del libro Viajeros en el Tercer Reich
La doctrina del Tercer Reich impregnó el día a día en la Alemania de entreguerras. Aún así, ¿cree que para sus ciudadanos era posible mantenerse al margen de la misma?
No, no creo que fuera nada fácil. La gente procuraba mantener una postura conformista hacia lo que ocurría, aunque esta actitud tampoco era del todo cierta. Por ejemplo, algunas personas, en el momento de realizar el saludo nazi, cambiaban la fórmula “Heil Hitler” por la de “Drei Liter” (tres litros) mientras alzaban la mano sin llegar a subir el brazo del todo. En particular, los sacerdotes formaban uno de los colectivos más inteligentes en este sentido. Por puro instinto de supervivencia, mentían y seguían la corriente al régimen. Hay que tener en cuenta que quienes lo desafiaban sabían que su rebeldía les podía conducir a Dachau o a otro campo de concentración, además de comprometer también la seguridad de familiares y amigos. El control ejercido sobre la población convertía estas actitudes en poco menos que suicidas, así que se aceptaba la doctrina nazi para no meterse en problemas. Considerando todo en conjunto, puedo entender lo que les pasaba por la cabeza a estos alemanes de a pie, unas personas que odiaban al régimen pero que pretendían salvaguardar a sus familiares.
A finales de la década de 1930, Alemania se presentaba como un destino turístico atractivo. Paisajes idílicos, cultura, gastronomía… etc. No obstante, la realidad era otra. Los recortes de libertades quedaban patentes con el cierre de periódicos, la persecución de partidos políticos o de confesiones religiosas ¿Hasta qué punto los visitantes eran conscientes de esta dualidad? ¿Porqué no condenaron estos hechos al regresar a sus respectivos países?
En ese momento, el turismo caía en picado porque mucha gente empezó a darse cuenta de la situación. No obstante, muchos viajeros, en especial británicos y norteamericanos, llegaban al país porque defendían la figura de Hitler y creían que estaba haciendo lo correcto por su gente. En cierto modo, decidieron tomar partido por Alemania frente al peligro comunista que preconizaba el propio Hitler. No fue hasta la Noche de los Cuchillos Largos cuando la situación viró por completo. Este suceso supuso un punto de inflexión para el turismo, aunque también hay que decir que las visitas de viajeros dispuestos a comprobar las historias de violencia y represión sobre el terreno disminuyeron. No obstante, también existía quién quería disfrutar de unas vacaciones idílicas.
El ex Primer Ministro Británico David Lloyd George visitó Alemania en 1936. Durante su recorrido tuvo, la oportunidad de entrevistarse con los líderes más destacados del Partido Nazi, entre ellos el propio Adolf Hitler, quien le causó una profunda admiración. ¿Porqué muchos políticos y lideres europeos, pese a su experiencia, no detectaron sus intenciones?
Me he formulado esta pregunta cientos de veces y su respuesta continua siendo un misterio. Muchas de las personalidades políticas de la época, entre las que destacan Lloyd George, Londonderry, Halifax o incluso Neville Chamberlain, conocieron a Hitler y , cuando acudimos a su correspondencia, en la mayoría de los casos le definen como un hombre sincero, una buena persona. Por otra parte nos encontramos a personajes como el embajador británico en Alemania, Sir Eric Phipps, quien odiaba todo lo que representaba. En su correspondencia menciona que, en ocasiones, algunos invitados ilustres alojados en su embajada mantenían encuentros con Hitler y que al regresar de los mismos lo definían como un hombre magnífico. Este hecho molestaba a Sir Eric Phipps, quien creyó conocer la faceta oculta del dictador alemán. Lo cierto es que Hitler tenía unas grandes dotes persuasivas, algo que unido a la esperanza por evitar un conflicto, terminó por crear este espejismo.
Julia Boyd durante la entrevista
¿Cómo se recoge en los diarios personales el holocausto? Al finalizar la guerra muchos alemanes alegaron desconocimiento. ¿Se trata de una justificación válida o bajo su punto de vista conocían la verdad?
Mientras escribí el libro, no tuve acceso a testimonios que apuntasen en este sentido, pero ahora, que trabajo en un proyecto donde recopilo la historia de un pequeño pueblo alemán, sí que me he topado con testimonios de personas que alegan desconocer lo sucedido, pero otros tantos sí que reconocen que en su momento sospecharon lo que ocurría. Claro, tampoco podían hacer mucho más, porque la alternativa era acabar en un campo de concentración. Así pues, como puedes comprobar, existían tres tipos de personas: Las que participaron activamente en las atrocidades, los que se enfrentaron a esta barbaridad y, por último, los que optaron por desviar su mirada hacia otro lado.
Para acabar, ¿Cuál es su historia favorita?
Quizás la de un grupo de estudiantes chinos que visitaron Berlin en 1935. Poco antes de llegar estuvieron en París, una ciudad que no les gustó porque comentaban que era muy sucia en comparación con Berlín. Describieron su estancia en unas memorias donde definen de forma un tanto sutil diversos elementos cotidianos, como por ejemplo las diferencias existentes entre las mujeres Parisinas y Berlinesas, de las que sentencian que “Si hubiese una guerra, ellas podrían participar, a diferencia de lo que pasaría en Francia o en China”.
Fotografías: Álvaro Rosa
Me he disfrutado cada palabra de la entrevista ¡Muchas gracias!
Gracias, John. La verdad es que el tema se prestaba mucho. Es un libro excepcional.
Interesantísima entrevista.
Habrá que ir buscando un hueco en la estantería para el libro de la Sra. Boyd
Muchas gracias, Santiago. Es un libro de obligada lectura para comprender la visión que los extranjeros tenían del Tercer Reich. Lleno de anécdotas y curiosidades, nos muestra la dualidad de la sociedad alemana durante la década de 1930.